27 de noviembre de 2009

El que esté Libre de PECADO...

En mi afán de seguir tratando de hacer como que bloqueo cualquier sonido que me altere, me doy cuenta y estoy casi convencida que paralelo al oficio más antiguo del mundo se encuentra también esta actividad que nos hace mas entretenidas las tardes del café con las amigas, o la noche del pokar con los compadres. Hablo de nuestro mal pero divino hábito de Juzgar.
Criticar la vida ajena; relaja, es divertido y emocionante pero sobretodo te hace sentir “mejor” que el individuo a cuestionar. Creyendo por todo lo alto que tenemos en las manos manos la mejor de las actitudes y que nuestra moral está intacta sin mencionar que contamos con una dignidad impecable.

No es que tengamos lagunas mentales, o que en esta época y sus grandes cambios esté de moda el Alz heimer o que el calentamiento global haya atrofiado (también) el sentido de nuestras acciones, simplemente es más cómodo criticar que ser criticado.
Como si no fuera suficiente haber estado bajo la lupa de tus padres y familiares además de tus maestros toda la vida, sin olvidar a nuestros guías espirituales. Aparte también juzgamos por no profesar la religión exactamente como dicen que debe de ser (quién dice?). Cómo si nosotros mismos fuéramos el mejor ejemplo a seguir.

El problema aquí no es lo que digan de nosotros sino las consecuencias que esto lleva, y contrario a lo que decimos sobre el supuesto escudo protector y que se resbala cualquier mal comentario hacia nuestro “agradable e inocente” comportamiento SIEMPRE nos afecta. Ok! Si! Está bien toda publicidad es buena aunque sea mala dicen por ahí, es verdad prefiero que hablen de mi a que no hablen bla bla bla… pero en realidad no es muy grato (ni justo) que gracias a los comentarios mal intencionados de personas cuyas vidas son tan aburridas que necesitan vivir las ajenas para sentirse vivos, la imagen que tienen otras personas sobre Tí cambie… y al final quedes solo como decepción sin derecho a réplica o a emitir cualquier tipo de defensa.

Digamos que todo el mundo ha pasado por lo menos alguna vez en su vida por ese raro trayecto. Y me refiero a los dos lados, Juzgar y ser juzgado.

Hoy en día en que hacemos honor a una conocida canción de Arjona y el norte está en el sur, que existe un presidente negro, que tenemos un Papa que inspira todo menos ternura y un mundo en que ya hasta los hombres se embarazan creo que no tengo problema en cambiar una frase de antaño y ahora decir “mil palabras valen más que una imagen”.

No porque alguien haga algo horrible quiere decir que es una persona horrible. Aunque tendríamos que comenzar a definir horrible. Ya que es muy posible que para algunos lo considerado reprobable, para otros sea lo más hermoso jamás experimentado, ya que en gustos se rompen géneros y si yo lo veo blanco tal vez tu lo veas azul.

Claro que me importa lo que hablen de mí!!!, eso es un hecho, tal vez no al grado de quitarme el sueño o el hambre, pero si es muy importante saber en qué aspecto me tiene cada quién. Siempre y cuando ese “cada quién” figure en mi vida, porque de no ser así no tiene caso preocuparme por lo que piense, diga y juzgue ya que lo más probable es que no tenga ni la menor idea de quién soy en realidad. En caso contrario me amaría… modestia aparte!

Mentiría al decir que no juzgo ni critico, es algo que va implícito en cada uno de nosotros, lo cual a decir verdad soy 100 % culpable y lo admito lo disfruto mucho, pero… lo que si hago es que cada vez que saco las tijeras y comienza mi recorte me pregunto si yo alguna vez estuve o podría estar en esa situación?, y si no tengo defensa alguna pues trato de evitarme la molestia de ser juzgada por juzgar lo que ya me habían juzgado a mi antes. Por eso termino como empecé… y haciendo de nuevo referencia a que esta vida está loca, tengo la modificación perfecta al título de este escrito… “El que esté libre de pecado… pues no sabe de lo que se pierde”!


Gabriela Suárez